Mumuki llama a los desarrolladores de tecnología a erradicar la brecha digital
Que internet sea el principal canal informativo en la actualidad parece ser un hecho indiscutible. Sin embargo, la situación plantea una gran pregunta respecto a si el ingreso a esta Biblioteca de Alejandría 2.0, plural y diversa, es realmente inclusiva. ¿La tecnología que vehiculiza nuestra entrada a la red nos considera a todas y todos?
Ante la evidencia de que muchos equipos, software, aplicaciones y la propia internet aún aumentan la brecha para el pleno acceso universal a la información, Mumuki plantea la necesidad de que los desarrolladores de tecnología, programas e inteligencia artificial, incorporen en sus equipos a personas representativas de toda la sociedad.
Según la iniciativa que trabaja en Chile para impulsar y mejorar la inclusión digital, la tecnología aún profundiza las diferencias en el acceso a la información, el capital humano más relevante de nuestra era.
“Más de mil millones de seres humanos viven con algún grado de discapacidad en el mundo y se espera que para 2050 ese número se duplique. En este contexto y de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, solo una de cada 10 personas en dicha condición accede a tecnología que le permita mejorar su nivel de vida”, expone Laura Mangifesta, directora de comunicaciones de Mumuki.
Por ello, según la ejecutiva “es fundamental que en el proceso de diseño y testeo intervenga un equipo diverso, representativo de la sociedad en su totalidad, que sea capaz de incluir las necesidades y apreciaciones de los distintos colectivos que configuran la heterogénea realidad cultural”, puntualiza la profesional.
Casos que iluminan la conclusión hay por montones y no solo referidos a personas con discapacidad, sino también a quienes tienen un fenotipo distinto. Cuando comenzó la masificación de los teléfonos celulares, el Iphone 4 reveló un gran sesgo. La antena se hallaba en la parte inferior izquierda del aparato, lo que ponía en aprietos a personas zurdas, puesto que la única solución, “derechamente” incómoda, era tomar el móvil de otra manera. La solución no llegó sino hasta después de la versión 6, cuando Apple modificó el diseño.
Otro ejemplo lo proporciona la tecnología de reconocimiento del habla, que tiene más de 50 años y hoy ocupa un rol predominante en las comunicaciones. Teléfonos móviles, televisores inteligentes y comandos del computador se activan fonéticamente. De hecho, Google calcula que para el 2023 van a haber 8 mil millones de asistentes de voz que se podrán conectar a partir de nuestras palabras. Sin embargo, esta tecnología aún resta a personas con dicciones “diferentes a la media”, por ejemplo a aquellas con síndrome de down. Una realidad expuesta por el presidente de ASDRA (Asociación Síndrome de Down de la República Argentina) quien constató en su propio hogar la exclusión de su hijo al interactuar con un televisor de alta gama. Tras la experiencia, esta agrupación impulsó Proyecto Dane, una plataforma que fomenta aplicaciones, software y videojuegos pensados para personas con discapacidad, en especial intelectual.
Pero la discriminación no se expresa solo en el acceso por voz. El reconocimiento facial instalado en casi todas las redes sociales también expone una brecha. Joy Buolamwini, investigadora del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), se dio cuenta que algunos softwares no detectaban los rostros de piel oscura como el de ella. Las pruebas que realizó en el software creado por empresas de tecnología como Amazon, descubrieron unos índices de error mucho más altos cuando se clasificaba el género de las mujeres de tez oscura que en los hombres de piel más clara.
Para revertir la situación Mumuki defiende que “para que la tecnología sea realmente representativa de toda la sociedad, los equipos de desarrollo deben diseñar sus productos pensando en la accesibilidad, para así poder asegurar pleno acceso universal a la información en el siglo XXI”, concluye Mangifesta.
